Escuela andaluza; primera mitad del siglo XVII. “Niño Jesús Salvator Mundi”. Madera tallada y policromada. Conserva potencias de plata y base antigua con dorado original. Presenta restauraciones. Medidas: 34 x 14 x 12 cm; 54 x 25 x 25 m (base). Escultura en bulto redondo que representa a Cristo niño como “Salvator Mundi”, una iconografía que representa el concepto cristológico de Jesucristo, como salvador universal, en relación a su papel como juez en el Juicio Final y a su carácter de Redentor. Se caracteriza por presentar a Cristo alzando la mano derecha en señal de bendición, mientras sostiene con la izquierda un orbe (en la pieza que nos ocupa, la bola del mundo no se conserva y la posición de la mano nos indica que no lo tuvo en origen). En nuestro caso, estamos ante una talla resuelta en lenguaje naturalista, un estilo adscrito a la tradición barroca de la imaginería adaluza. Dada la importancia otorgada a la imagen religiosa en el mundo hispánico, durante los siglos XVII y XVIII se crearon ambiciosas series pictóricas y amplios programas iconográficos para iglesias y conventos, además de estampas impresas, medallas y relicarios destinados a la devoción privada. En su conjunto, sin importar su dimensión o soporte, estas imágenes cumplían con el objetivo de sacralizar la vida cotidiana más allá de los altares. El tema de la Inmaculada Concepción, muy frecuente en el arte español a partir del siglo XVII, llegó a constituir una de las señas de identidad nacionales de España como país católico. Se trata de uno de los temas más genuinamente locales de la pintura española barroca, dado que nuestro país fue el principal defensor de este misterio, y aquel que luchó con mayor insistencia para convertirlo en dogma de fe. En este contexto, numerosos artistas e intelectuales trabajaron para construir una iconografía clara que ayudara a la difusión de la Inmaculada, reuniendo simbología y fervor popular. Basándose en los avances previos de pintores como Juan de Juanes, será Murillo quien construya la imagen definitiva de la Inmaculada, hallando una fórmula que le permitía reunir en una imagen todos los rasgos necesarios Dentro de este panorama, es evidente el papel de primer orden que desempeña la escuela andaluza de escultura durante el período que se ha dado en llamar Siglo de Oro; a ella pertenecen una serie de maestros de indiscutible valía que supieron aunar en sus obras la extraordinaria calidad técnica y la profundidad religiosa. desde las primeras décadas del siglo comienzan a acudir constantemente a la ciudad maestros de distinta procedencia que buscan el mercado americano y la potencial clientela sevillana, cada vez más atraída por las nuevas formas artísticas que llegan de Italia. Maestros italianos, franceses y flamencos, conocedores en distinto grado de la nueva estética, alternan con artistas llegados de tierras castellanas, que también han entrado en contacto con las corrientes artísticas imperantes en la península italiana, convirtiéndose así en los más cotizados del mercado artístico. Las enseñanzas de todos ellos, unidas al sustrato clásico inherente a la propia cultura andaluza, van a constituir los cimientos sobre los que se levantará la escuela escultórica andaluza.
Escuela andaluza; primera mitad del siglo XVII. “Niño Jesús Salvator Mundi”. Madera tallada y policromada. Conserva potencias de plata y base antigua con dorado original. Presenta restauraciones. Medidas: 34 x 14 x 12 cm; 54 x 25 x 25 m (base). Escultura en bulto redondo que representa a Cristo niño como “Salvator Mundi”, una iconografía que representa el concepto cristológico de Jesucristo, como salvador universal, en relación a su papel como juez en el Juicio Final y a su carácter de Redentor. Se caracteriza por presentar a Cristo alzando la mano derecha en señal de bendición, mientras sostiene con la izquierda un orbe (en la pieza que nos ocupa, la bola del mundo no se conserva y la posición de la mano nos indica que no lo tuvo en origen). En nuestro caso, estamos ante una talla resuelta en lenguaje naturalista, un estilo adscrito a la tradición barroca de la imaginería adaluza. Dada la importancia otorgada a la imagen religiosa en el mundo hispánico, durante los siglos XVII y XVIII se crearon ambiciosas series pictóricas y amplios programas iconográficos para iglesias y conventos, además de estampas impresas, medallas y relicarios destinados a la devoción privada. En su conjunto, sin importar su dimensión o soporte, estas imágenes cumplían con el objetivo de sacralizar la vida cotidiana más allá de los altares. El tema de la Inmaculada Concepción, muy frecuente en el arte español a partir del siglo XVII, llegó a constituir una de las señas de identidad nacionales de España como país católico. Se trata de uno de los temas más genuinamente locales de la pintura española barroca, dado que nuestro país fue el principal defensor de este misterio, y aquel que luchó con mayor insistencia para convertirlo en dogma de fe. En este contexto, numerosos artistas e intelectuales trabajaron para construir una iconografía clara que ayudara a la difusión de la Inmaculada, reuniendo simbología y fervor popular. Basándose en los avances previos de pintores como Juan de Juanes, será Murillo quien construya la imagen definitiva de la Inmaculada, hallando una fórmula que le permitía reunir en una imagen todos los rasgos necesarios Dentro de este panorama, es evidente el papel de primer orden que desempeña la escuela andaluza de escultura durante el período que se ha dado en llamar Siglo de Oro; a ella pertenecen una serie de maestros de indiscutible valía que supieron aunar en sus obras la extraordinaria calidad técnica y la profundidad religiosa. desde las primeras décadas del siglo comienzan a acudir constantemente a la ciudad maestros de distinta procedencia que buscan el mercado americano y la potencial clientela sevillana, cada vez más atraída por las nuevas formas artísticas que llegan de Italia. Maestros italianos, franceses y flamencos, conocedores en distinto grado de la nueva estética, alternan con artistas llegados de tierras castellanas, que también han entrado en contacto con las corrientes artísticas imperantes en la península italiana, convirtiéndose así en los más cotizados del mercado artístico. Las enseñanzas de todos ellos, unidas al sustrato clásico inherente a la propia cultura andaluza, van a constituir los cimientos sobre los que se levantará la escuela escultórica andaluza.
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