Escuela española; siglo XVII. “San Antonio Abad y San Pablo ermitaño”. Óleo sobre lienzo. Reentelado. Presenta repintes y restauraciones. Medidas: 138 x 188 cm. Hacia el final de su vida, San Antonio Abad visitó a Pablo el Ermitaño, superior de los anacoretas de la Tebaida, quien era milagrosamente alimentado por un cuervo que llevaba un pan en su pico cada día para el santo. Este milagro se repitió el día de la visita de Antonio, y ese día el cuervo llevó dos panes en lugar de uno. Este alimento proporcionado por voluntad divina aparece aquí representado entre ambos personajes, como único elemento narrativo e iconográfico de la escena. En esta escena se muestra el momento exacto en el que el cuervo ya les ha dejado el pan a los dos santos, de hecho, se puede ver como huye volando de la escena, volando hacia la zona superior izquierda de la composición. En el centro de la escena se puede ver a los dos santos, diferenciados por sus hábitos, aunque cabe destacar que ambos son similares en cuanto a la faz, con la que el artista ha retratado a cada uno de los protagonistas. Estos se inscriben en un frondoso paisaje que apenas se aprecia debido a la oscuridad del mismo. La pintura barroca española es uno de los ejemplos más auténticos y personales de nuestro arte, porque su concepción y su forma de expresión surgieron del pueblo y de los sentimientos más hondos que en él anidaban. Quebrantada la economía del Estado, en decadencia la nobleza y cargado de fuertes gravámenes el alto clero, fueron los monasterios, las parroquias y las cofradías de clérigos y seglares los que impulsaron su desarrollo, siendo costeadas las obras en ocasiones mediante suscripción popular. La pintura se vio así abocada a plasmar los ideales imperantes en estos ambientes, que no eran otros que los religiosos, en un momento en el que la doctrina contrarreformista exigía al arte un lenguaje realista para que el fiel comprendiera y se identificara con lo representado, y una expresión dotada de un intenso contenido emocional para incrementar el fervor y la devoción del pueblo. El asunto religioso es, por consiguiente, la temática preferente de la escultura española de este período, que parte en las primeras décadas del siglo de un prioritario interés por captar el natural, para ir intensificando progresivamente a lo largo de la centuria la plasmación de valores expresivos.
Escuela española; siglo XVII. “San Antonio Abad y San Pablo ermitaño”. Óleo sobre lienzo. Reentelado. Presenta repintes y restauraciones. Medidas: 138 x 188 cm. Hacia el final de su vida, San Antonio Abad visitó a Pablo el Ermitaño, superior de los anacoretas de la Tebaida, quien era milagrosamente alimentado por un cuervo que llevaba un pan en su pico cada día para el santo. Este milagro se repitió el día de la visita de Antonio, y ese día el cuervo llevó dos panes en lugar de uno. Este alimento proporcionado por voluntad divina aparece aquí representado entre ambos personajes, como único elemento narrativo e iconográfico de la escena. En esta escena se muestra el momento exacto en el que el cuervo ya les ha dejado el pan a los dos santos, de hecho, se puede ver como huye volando de la escena, volando hacia la zona superior izquierda de la composición. En el centro de la escena se puede ver a los dos santos, diferenciados por sus hábitos, aunque cabe destacar que ambos son similares en cuanto a la faz, con la que el artista ha retratado a cada uno de los protagonistas. Estos se inscriben en un frondoso paisaje que apenas se aprecia debido a la oscuridad del mismo. La pintura barroca española es uno de los ejemplos más auténticos y personales de nuestro arte, porque su concepción y su forma de expresión surgieron del pueblo y de los sentimientos más hondos que en él anidaban. Quebrantada la economía del Estado, en decadencia la nobleza y cargado de fuertes gravámenes el alto clero, fueron los monasterios, las parroquias y las cofradías de clérigos y seglares los que impulsaron su desarrollo, siendo costeadas las obras en ocasiones mediante suscripción popular. La pintura se vio así abocada a plasmar los ideales imperantes en estos ambientes, que no eran otros que los religiosos, en un momento en el que la doctrina contrarreformista exigía al arte un lenguaje realista para que el fiel comprendiera y se identificara con lo representado, y una expresión dotada de un intenso contenido emocional para incrementar el fervor y la devoción del pueblo. El asunto religioso es, por consiguiente, la temática preferente de la escultura española de este período, que parte en las primeras décadas del siglo de un prioritario interés por captar el natural, para ir intensificando progresivamente a lo largo de la centuria la plasmación de valores expresivos.
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