Escuela española; hacia 1798. Óleo sobre lienzo. Presenta desperfectos y roturas en el lienzo. Requiere limpieza y restauración. Fechado al dorso. Medidas: 137 x 106 cm; 154 x 125 cm (marco). Retrato familiar de formato oval cuya temática representa a un matrimonio de edad madura. Los dos personajes aparecen ricamente vestidos. El caballero luce un traje negro con chaleco y camisa blanca de cuello alto y al¬mi¬do¬na¬do. Su esposa luce un traje de color marrón rojizo con man¬gas largas que se ciñen en el antebrazo, adornado con una capelina de color blanco delicadamente bordada, Como únicas joyas luce unos pendientes de oro de grandes dimensiones, y dos anillos que porta en la mano que sostiene el abanico cerrado. Cubre su ca¬be¬za un tocado en el que se combinan elementos tales como el tul y las plumas. Ambas figuras se disponen en el centro de la composición, de busto largo, y ayudados por el color neutro del fondo, sus dimensiones han sido realzadas y estilizadas. En el siglo XVIII, el panorama del retrato europeo es variado y amplio, con numerosas influencias y determinado en gran parte por el gusto tanto de la clientela como del propio pintor. Sin embargo, en esta centuria nace un nuevo concepto del retrato, que irá evolucionando a lo largo del siglo y que unificará a todas las escuelas nacionales: la voluntad de plasmar la personalidad del ser humano y su carácter, más allá de su realidad externa y su rango social, en su efigie. Durante la centuria anterior el retrato se había consolidado entre las clases altas, no estando ya únicamente reservado a la corte. Por ello las fórmulas del género, según avance el siglo XVII y más aún en el XVIII, se irán relajando y alejándose de las ostentosas y simbólicas representaciones oficiales propias del aparato barroco. Por otro lado, el siglo XVIII reaccionará contra la rígida etiqueta del siglo anterior con una concepción de la vida más humana e individual, y esto se reflejará en todos los ámbitos, desde el mueble que se hace más pequeño y cómodo, sustituyendo a los grandes muebles dorados y tallados, hasta el mismo retrato, que llegará a prescindir, como aquí vemos, de todo elemento simbólico o escenográfico para plasmar al individuo en lugar de al personaje.
Escuela española; hacia 1798. Óleo sobre lienzo. Presenta desperfectos y roturas en el lienzo. Requiere limpieza y restauración. Fechado al dorso. Medidas: 137 x 106 cm; 154 x 125 cm (marco). Retrato familiar de formato oval cuya temática representa a un matrimonio de edad madura. Los dos personajes aparecen ricamente vestidos. El caballero luce un traje negro con chaleco y camisa blanca de cuello alto y al¬mi¬do¬na¬do. Su esposa luce un traje de color marrón rojizo con man¬gas largas que se ciñen en el antebrazo, adornado con una capelina de color blanco delicadamente bordada, Como únicas joyas luce unos pendientes de oro de grandes dimensiones, y dos anillos que porta en la mano que sostiene el abanico cerrado. Cubre su ca¬be¬za un tocado en el que se combinan elementos tales como el tul y las plumas. Ambas figuras se disponen en el centro de la composición, de busto largo, y ayudados por el color neutro del fondo, sus dimensiones han sido realzadas y estilizadas. En el siglo XVIII, el panorama del retrato europeo es variado y amplio, con numerosas influencias y determinado en gran parte por el gusto tanto de la clientela como del propio pintor. Sin embargo, en esta centuria nace un nuevo concepto del retrato, que irá evolucionando a lo largo del siglo y que unificará a todas las escuelas nacionales: la voluntad de plasmar la personalidad del ser humano y su carácter, más allá de su realidad externa y su rango social, en su efigie. Durante la centuria anterior el retrato se había consolidado entre las clases altas, no estando ya únicamente reservado a la corte. Por ello las fórmulas del género, según avance el siglo XVII y más aún en el XVIII, se irán relajando y alejándose de las ostentosas y simbólicas representaciones oficiales propias del aparato barroco. Por otro lado, el siglo XVIII reaccionará contra la rígida etiqueta del siglo anterior con una concepción de la vida más humana e individual, y esto se reflejará en todos los ámbitos, desde el mueble que se hace más pequeño y cómodo, sustituyendo a los grandes muebles dorados y tallados, hasta el mismo retrato, que llegará a prescindir, como aquí vemos, de todo elemento simbólico o escenográfico para plasmar al individuo en lugar de al personaje.
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