Escuela española o italiana; siglo XVII. “El prendimiento de Cristo”. Óleo sobre lienzo. Reentelado. Presenta faltas y repintes en la superficie pictórica. Conserva marco del siglo XIX, siguiendo modelos del siglo XVII. Medidas: 103 x 127 cm; 140 x 161 cm (marco). En la oscuridad del monte de los Olivos, que no se aprecia en la escena, debido a que el autor centra la imagen en la presencia del cuerpo de Cristo, Jesús es apresado por dos soldados. El cuerpo de Cristo, yace en el suelo amarrado con cuerdas y con una cadena que rodea su cuello y de la cual tira uno de los captores. A través de una composición piramidal de corte clásico, el autor estructura a los tres personajes de tal modo que el cuerpo de Cristo, se dispone en la base, siendo este un lugar preponderante en la escena, además cabe destacar la luminosidad de cuerpo, que irradia una luz artificial, provocada por la blancura de las carnaciones, que contrasta con los tonos más cálidos, o anaranjados de los personajes que le están apresando. La escena que resalta un momento concreto, donde las tensiones de los cuerpos, los escorzos de las posturas, nos indican un momento fugaz de actividad dramática. Una tensión que el autor resuelve con el segundo plano, en el cual, a pesar de la oscuridad, antes mencionada, se puede apreciar la figura de uno de los apóstoles situado en la zona izquierda de la composición, seguramente San Pedro, quien renegó de Jesús antes de que el gallo cantase tres veces, y tras las tres figuras abocetadas que seguramente aludan a un momento previó al prendimiento de Cristo, dejando entrever una historia pictórica de orden narrativo. La pintura barroca es uno de los ejemplos más auténticos y personales del arte, porque su concepción y su forma de expresión surgieron del pueblo y de los sentimientos más hondos que en él anidaban. Quebrantada la economía del Estado, en decadencia la nobleza y cargado de fuertes gravámenes el alto clero, fueron los monasterios, las parroquias y las cofradías de clérigos y seglares los que impulsaron su desarrollo, siendo costeadas las obras en ocasiones mediante suscripción popular. La escultura se vio así abocada a plasmar los ideales imperantes en estos ambientes, que no eran otros que los religiosos, en un momento en el que la doctrina contrarreformista exigía al arte un lenguaje realista para que el fiel comprendiera y se identificara con lo representado, y una expresión dotada de un intenso contenido emocional para incrementar el fervor y la devoción del pueblo.
Escuela española o italiana; siglo XVII. “El prendimiento de Cristo”. Óleo sobre lienzo. Reentelado. Presenta faltas y repintes en la superficie pictórica. Conserva marco del siglo XIX, siguiendo modelos del siglo XVII. Medidas: 103 x 127 cm; 140 x 161 cm (marco). En la oscuridad del monte de los Olivos, que no se aprecia en la escena, debido a que el autor centra la imagen en la presencia del cuerpo de Cristo, Jesús es apresado por dos soldados. El cuerpo de Cristo, yace en el suelo amarrado con cuerdas y con una cadena que rodea su cuello y de la cual tira uno de los captores. A través de una composición piramidal de corte clásico, el autor estructura a los tres personajes de tal modo que el cuerpo de Cristo, se dispone en la base, siendo este un lugar preponderante en la escena, además cabe destacar la luminosidad de cuerpo, que irradia una luz artificial, provocada por la blancura de las carnaciones, que contrasta con los tonos más cálidos, o anaranjados de los personajes que le están apresando. La escena que resalta un momento concreto, donde las tensiones de los cuerpos, los escorzos de las posturas, nos indican un momento fugaz de actividad dramática. Una tensión que el autor resuelve con el segundo plano, en el cual, a pesar de la oscuridad, antes mencionada, se puede apreciar la figura de uno de los apóstoles situado en la zona izquierda de la composición, seguramente San Pedro, quien renegó de Jesús antes de que el gallo cantase tres veces, y tras las tres figuras abocetadas que seguramente aludan a un momento previó al prendimiento de Cristo, dejando entrever una historia pictórica de orden narrativo. La pintura barroca es uno de los ejemplos más auténticos y personales del arte, porque su concepción y su forma de expresión surgieron del pueblo y de los sentimientos más hondos que en él anidaban. Quebrantada la economía del Estado, en decadencia la nobleza y cargado de fuertes gravámenes el alto clero, fueron los monasterios, las parroquias y las cofradías de clérigos y seglares los que impulsaron su desarrollo, siendo costeadas las obras en ocasiones mediante suscripción popular. La escultura se vio así abocada a plasmar los ideales imperantes en estos ambientes, que no eran otros que los religiosos, en un momento en el que la doctrina contrarreformista exigía al arte un lenguaje realista para que el fiel comprendiera y se identificara con lo representado, y una expresión dotada de un intenso contenido emocional para incrementar el fervor y la devoción del pueblo.
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