Escuela andaluza o virreinal; segunda mitad del siglo XVII. “El taller de San José”. Óleo sobre lienzo. Presenta repintes y restauraciones. Medidas: 90 x 133 cm. La presente obra recoge una escena sagrada en la cual San José, María, el Niño y unos angelitos conforman una imagen propia de la cotidianeidad. En el centro de la composición de esta obra formato apaisado, se disponen los protagonistas de la escena; San José y el Niño Jesús, situados junto a una gran mesa. El Niño mira con gesto de admiración a su padre, mientras que este le muestra un objeto terminado, manifestando así su papel como educador y como padre cercano. Junto a ellos, dispuesta en el mimo plano y desplazada a la derecha, se sitúa la Virgen, quien está centrada en su labor de costura. Las actitudes de estos tres personajes principales conforman una imagen intimista, tierna y cálida, representando así el ideal de familia. Es la presencia de los ángeles dispuestos en segundo plano, y la del Espíritu Santo, situado en la esquina superior derecha, la que nos indica la religiosidad de la escena. El oficio de José como carpintero es mencionado en dos de los evangelios canónicos, siendo este más desarrollado en un apócrifo. San José fue esposo ejemplar de María, buen padre y protector de su familia. Su actividad laboral lo acreditó muy pronto como el reconocido patrón de los carpinteros. A partir de finales del siglo XV, se hizo cada vez más evidente la promoción del padre putativo de Cristo, a quien los místicos dedicaron también una devoción fervorosa. Hasta la Contrarreforma, lo más común era que la figura de san José permaneciera en un segundo plano respecto al Niño, dado que no se le otorgaba ninguna importancia teológica. Sin embargo, a partir del Concilio de Trento se recuperó su papel protagonista como protector de Jesús durante su infancia, como guía durante sus años de juventud, y como tal se representa aquí. Frente a la ternura, indefensión y candidez de la figura infantil, San José se presenta como apoyo y sustento del Niño. Mediante esta forma de representación, el autor realza visualmente el papel decisivo como protector del padre putativo de Jesús. Cabe destacar la gran similitud estética que se estableció entre la escuela andaluza y la pintura propia de los virreinatos. Esto se debió en gran medida a la situación preponderante de Sevilla como uno de los puertos más relevantes del mundo, durante el siglo XVI y XVII. Gracias a la creación de la Casa de Contratación, por parte de los Reyes Católicos, Sevilla controlaba los viajes, especialmente los que se realizaban al nuevo continente. Dando lugar así a un rico intercambio cultural.
Escuela andaluza o virreinal; segunda mitad del siglo XVII. “El taller de San José”. Óleo sobre lienzo. Presenta repintes y restauraciones. Medidas: 90 x 133 cm. La presente obra recoge una escena sagrada en la cual San José, María, el Niño y unos angelitos conforman una imagen propia de la cotidianeidad. En el centro de la composición de esta obra formato apaisado, se disponen los protagonistas de la escena; San José y el Niño Jesús, situados junto a una gran mesa. El Niño mira con gesto de admiración a su padre, mientras que este le muestra un objeto terminado, manifestando así su papel como educador y como padre cercano. Junto a ellos, dispuesta en el mimo plano y desplazada a la derecha, se sitúa la Virgen, quien está centrada en su labor de costura. Las actitudes de estos tres personajes principales conforman una imagen intimista, tierna y cálida, representando así el ideal de familia. Es la presencia de los ángeles dispuestos en segundo plano, y la del Espíritu Santo, situado en la esquina superior derecha, la que nos indica la religiosidad de la escena. El oficio de José como carpintero es mencionado en dos de los evangelios canónicos, siendo este más desarrollado en un apócrifo. San José fue esposo ejemplar de María, buen padre y protector de su familia. Su actividad laboral lo acreditó muy pronto como el reconocido patrón de los carpinteros. A partir de finales del siglo XV, se hizo cada vez más evidente la promoción del padre putativo de Cristo, a quien los místicos dedicaron también una devoción fervorosa. Hasta la Contrarreforma, lo más común era que la figura de san José permaneciera en un segundo plano respecto al Niño, dado que no se le otorgaba ninguna importancia teológica. Sin embargo, a partir del Concilio de Trento se recuperó su papel protagonista como protector de Jesús durante su infancia, como guía durante sus años de juventud, y como tal se representa aquí. Frente a la ternura, indefensión y candidez de la figura infantil, San José se presenta como apoyo y sustento del Niño. Mediante esta forma de representación, el autor realza visualmente el papel decisivo como protector del padre putativo de Jesús. Cabe destacar la gran similitud estética que se estableció entre la escuela andaluza y la pintura propia de los virreinatos. Esto se debió en gran medida a la situación preponderante de Sevilla como uno de los puertos más relevantes del mundo, durante el siglo XVI y XVII. Gracias a la creación de la Casa de Contratación, por parte de los Reyes Católicos, Sevilla controlaba los viajes, especialmente los que se realizaban al nuevo continente. Dando lugar así a un rico intercambio cultural.
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