PEDRO LÓPEZ CALDERÓN (México, primera mitad del siglo XVIII) “Virgen de Guadalupe”. Óleo sobre lienzo. Reentelado. Presenta repintes. Posee marco de época posterior. Firmado y localizado en la zona inferior central. Medidas: 163 x 115 cm; 180 x 131 cm (marco). Inscrita en una mandorla, se presenta la Virgen orante acompañada de numerosos santos y amorcillos que ocupan el resto de la composición. La obra presenta además pequeñas orlas, donde se repite la figura de la virgen. Es reseñable el hecho de que los personajes posean coronas entre sus manos, aunando así la temática de la coronación de la Virgen, con la iconografía propia de la Guadalupana. Dicha representación adquirió gran riqueza y variedad sobre todo a partir del siglo XVII. Nuestra Señora de Guadalupe es una advocación mariana de la Iglesia católica, cuya imagen tiene su principal centro de culto en la Basílica de Guadalupe, en el norte de la ciudad de México. De acuerdo a la tradición oral mexicana, se cree que la Virgen María se apareció en cuatro ocasiones a San Juan Diego Cuauhtlatoatzin en el cerro del Tepeyac. Juan Diego, en la última aparición de la Virgen, llevó en su ayate unas flores que cortó en el Tepeyac, según la orden de la Virgen. Desplegó su ayate ante el obispo Juan de Zumárraga, dejando al descubierto la imagen de la Virgen María, morena y con rasgos mestizos. Los pueblos mesoamericanos desde tiempos remotos ya veneraban en el cerro del Tepeyac a una deidad llamada Tonantzin, de ahí que figure cierto sincretismo con la asimilación del mensaje traído por la Virgen María. Este suceso se conoció como el Milagro de las Rosas, y fue recogido en el “Nican Mopohua”, texto presuntamente escrito por el indio Antonio Valeriano. Pedro López Calderón fue un pintor mexicano activo durante la primera mitad del siglo XVIII. Dedicado principalmente a la pintura religiosa, colaboró regularmente con órdenes como la franciscana de San Luis Potosí. El estudioso J. Armando Hernández señala que es de momento muy poca la información que conocemos sobre la biografía de este pintor, aparte de que trabajó en México a principios del siglo y que fie diputado mayor de la cofradía e imagen de Nuestra Señora del Socorro del gremio de pintores (Ciudad de México), y que fue terciario de la orden de san Agustín. Al parecer halló un nicho de trabajo en el norte del virreinato, y en especial con la orden franciscana, como prueban un “San Juan Nepomuceno” que perteneció al convento de Propaganda Fide de Guadalupe y las obras “San Juan Nepomuceno” y “San Nicolás de Bari” en Durango. Además, conocemos una “Santa Cena” en la iglesia de San Fernando, México, y otro “San Juan Nepomuceno” firmado en dicha ciudad en 1723. Hernández indica además que se sabe también que en 1726 tasó las pinturas que habían pertenecido a un importante capitán, y en 1729 las del marqués del Valle de la Colina. Asimismo, en 1722 tasó junto a Antonio de Torres los cuadros que habían pertenecido al maestro tirador de oro don Pedro de Palacios. Este último dato, señala Hernández, nos da pistas acerca de los maestros con los que convivió López Calderón, como el mencionado Antonio de Torres y su contemporáneo Miguel Cabrera. Actualmente se conservan otras obras de López Calderón en la sacristía del templo de San Francisco de la San Luis de Potosí, además de una obra tribuida a él en el presbiterio. También en el Museo Regional Potosino.
PEDRO LÓPEZ CALDERÓN (México, primera mitad del siglo XVIII) “Virgen de Guadalupe”. Óleo sobre lienzo. Reentelado. Presenta repintes. Posee marco de época posterior. Firmado y localizado en la zona inferior central. Medidas: 163 x 115 cm; 180 x 131 cm (marco). Inscrita en una mandorla, se presenta la Virgen orante acompañada de numerosos santos y amorcillos que ocupan el resto de la composición. La obra presenta además pequeñas orlas, donde se repite la figura de la virgen. Es reseñable el hecho de que los personajes posean coronas entre sus manos, aunando así la temática de la coronación de la Virgen, con la iconografía propia de la Guadalupana. Dicha representación adquirió gran riqueza y variedad sobre todo a partir del siglo XVII. Nuestra Señora de Guadalupe es una advocación mariana de la Iglesia católica, cuya imagen tiene su principal centro de culto en la Basílica de Guadalupe, en el norte de la ciudad de México. De acuerdo a la tradición oral mexicana, se cree que la Virgen María se apareció en cuatro ocasiones a San Juan Diego Cuauhtlatoatzin en el cerro del Tepeyac. Juan Diego, en la última aparición de la Virgen, llevó en su ayate unas flores que cortó en el Tepeyac, según la orden de la Virgen. Desplegó su ayate ante el obispo Juan de Zumárraga, dejando al descubierto la imagen de la Virgen María, morena y con rasgos mestizos. Los pueblos mesoamericanos desde tiempos remotos ya veneraban en el cerro del Tepeyac a una deidad llamada Tonantzin, de ahí que figure cierto sincretismo con la asimilación del mensaje traído por la Virgen María. Este suceso se conoció como el Milagro de las Rosas, y fue recogido en el “Nican Mopohua”, texto presuntamente escrito por el indio Antonio Valeriano. Pedro López Calderón fue un pintor mexicano activo durante la primera mitad del siglo XVIII. Dedicado principalmente a la pintura religiosa, colaboró regularmente con órdenes como la franciscana de San Luis Potosí. El estudioso J. Armando Hernández señala que es de momento muy poca la información que conocemos sobre la biografía de este pintor, aparte de que trabajó en México a principios del siglo y que fie diputado mayor de la cofradía e imagen de Nuestra Señora del Socorro del gremio de pintores (Ciudad de México), y que fue terciario de la orden de san Agustín. Al parecer halló un nicho de trabajo en el norte del virreinato, y en especial con la orden franciscana, como prueban un “San Juan Nepomuceno” que perteneció al convento de Propaganda Fide de Guadalupe y las obras “San Juan Nepomuceno” y “San Nicolás de Bari” en Durango. Además, conocemos una “Santa Cena” en la iglesia de San Fernando, México, y otro “San Juan Nepomuceno” firmado en dicha ciudad en 1723. Hernández indica además que se sabe también que en 1726 tasó las pinturas que habían pertenecido a un importante capitán, y en 1729 las del marqués del Valle de la Colina. Asimismo, en 1722 tasó junto a Antonio de Torres los cuadros que habían pertenecido al maestro tirador de oro don Pedro de Palacios. Este último dato, señala Hernández, nos da pistas acerca de los maestros con los que convivió López Calderón, como el mencionado Antonio de Torres y su contemporáneo Miguel Cabrera. Actualmente se conservan otras obras de López Calderón en la sacristía del templo de San Francisco de la San Luis de Potosí, además de una obra tribuida a él en el presbiterio. También en el Museo Regional Potosino.
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