Escuela romana; siglo XVII. “Bodegón con frutas y flores”. Óleo sobre tabla. Posee marco del siglo XX. Medidas: 12 x 28 cm; 24 x 37 cm (marco). Bodegón de formato apaisado que permite albergar una gran cantidad de elementos que conforman la escena. En el centro de la escena se dispone un gran florero repleto de flores, al que le acompañan varias frutas que se ubican sobre el tablero de la mesa. La escena se acompaña por distintos elementos como por ejemplo una jarra, y varios platos que destacan por su brillo. Muy apreciada dentro del mercado del anticuariado, así como entre los coleccionistas y los historiadores del arte, la escuela bodegonista italiana del barroco gozó de un espectacular desarrollo, dejando atrás los fastos del siglo XVI y progresando dentro de un estilo plenamente barroco y claramente identificable. Artistas como Tommaso Realfonso, Nicola Casissa, Gaspare López, Giacomo Nani y Baldassare de Caro continuaron la tradición local especializándose en la pintura de flores, frutas, peces y piezas de caza, satisfaciendo así la demanda de una vasta clientela caracterizada por un nuevo gusto propio del siglo XVII. A estos autores hay que añadir asimismo las figuras menores, que lentamente van emergiendo de un injusto olvido, y algunos artistas que trabajaron a caballo entre los siglos XVII y XVIII, como Francesco della Questa, Aniello Ascione, Nicola Malinconico, Gaetano Cusati, Onofrio Loth, Elena y Nicola Maria Recco, Giuseppe Ruoppolo y Andrea Belvedere. Estos pintores napolitanos de naturalezas muertas, que trabajaron durante el siglo XVII y principios del XVIII, son llamados “i generisti”, y tuvieron importancia no sólo dentro de su propio entorno sino también, y especialmente, en España, donde el desarrollo del género estuvo claramente marcado por la influencia italiana, en concreto por la aportación de la escuela napolitana. Actualmente esta escuela es considerada una de las más destacadas dentro de la naturaleza muerta del barroco. El signo distintivo de los pintores napolitanos del barroco fue siempre su fuerte carácter naturalista y su cálido cromatismo, con dominio de los rojizos y terrosos.
Escuela romana; siglo XVII. “Bodegón con frutas y flores”. Óleo sobre tabla. Posee marco del siglo XX. Medidas: 12 x 28 cm; 24 x 37 cm (marco). Bodegón de formato apaisado que permite albergar una gran cantidad de elementos que conforman la escena. En el centro de la escena se dispone un gran florero repleto de flores, al que le acompañan varias frutas que se ubican sobre el tablero de la mesa. La escena se acompaña por distintos elementos como por ejemplo una jarra, y varios platos que destacan por su brillo. Muy apreciada dentro del mercado del anticuariado, así como entre los coleccionistas y los historiadores del arte, la escuela bodegonista italiana del barroco gozó de un espectacular desarrollo, dejando atrás los fastos del siglo XVI y progresando dentro de un estilo plenamente barroco y claramente identificable. Artistas como Tommaso Realfonso, Nicola Casissa, Gaspare López, Giacomo Nani y Baldassare de Caro continuaron la tradición local especializándose en la pintura de flores, frutas, peces y piezas de caza, satisfaciendo así la demanda de una vasta clientela caracterizada por un nuevo gusto propio del siglo XVII. A estos autores hay que añadir asimismo las figuras menores, que lentamente van emergiendo de un injusto olvido, y algunos artistas que trabajaron a caballo entre los siglos XVII y XVIII, como Francesco della Questa, Aniello Ascione, Nicola Malinconico, Gaetano Cusati, Onofrio Loth, Elena y Nicola Maria Recco, Giuseppe Ruoppolo y Andrea Belvedere. Estos pintores napolitanos de naturalezas muertas, que trabajaron durante el siglo XVII y principios del XVIII, son llamados “i generisti”, y tuvieron importancia no sólo dentro de su propio entorno sino también, y especialmente, en España, donde el desarrollo del género estuvo claramente marcado por la influencia italiana, en concreto por la aportación de la escuela napolitana. Actualmente esta escuela es considerada una de las más destacadas dentro de la naturaleza muerta del barroco. El signo distintivo de los pintores napolitanos del barroco fue siempre su fuerte carácter naturalista y su cálido cromatismo, con dominio de los rojizos y terrosos.
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