Escuela madrileña; primera mitad del siglo XVII. “El baño de Betsabé”. Óleo sobre lienzo. Reentelado. Presenta repintes. Posee marco del siglo XX. Medidas: 105 x 161 cm; 132 x 187 cm (marco). El baño de Betsabé es un relato recogido en el Antiguo Testamento (Segundo Libro de Samuel, 11), que en algunos casos de la historia del arte ha sido utilizado para crear una imagen de carácter erótico. Sin embargo, en esta escena no se aprecia a la figura de Betsabé desnuda en el baño como es habitual, sino sentada con los zapatos en el suelo como si estuviese empezando a desvestirse. De este modo el artista nos muestra un mayor interés por el retrato de una arquitectura fantástica y monumental, que domina la escena por completo. Situadas en un amplio patio varias mujeres, conforman la escena; dos se encuentran junto a una fuente lavando sus ropas, mientras que otra situada en el centro corre hacia la mujer sin zapatos situada en la zona izquierda de la imagen. Uno de los hechos reseñables es la presencia de un hombre, situado en el área superior izquierda. Ubicado en una balconada este parece observar a las mujeres, lo que indica que se trata de David, quien según la historia bíblica vio a Betsabé durante el baño, y la hizo llevar a sus aposentos. La escuela madrileña surge en torno a la corte de Felipe IV primero y Carlos II después, y se desarrolla durante todo el siglo XVII. Los analistas de esta escuela han insistido en considerar su desarrollo como un resultado del poder aglutinante de la corte; lo verdaderamente decisivo no es el lugar de nacimiento de los diferentes artistas, sino el hecho de que se eduquen y trabajen en torno y para una clientela nobiliaria y religiosa radicada junto a la realeza. Esto permite y favorece una unidad estilística, aunque se aprecien las lógicas divergencias debidas a la personalidad de los integrantes. En su origen la escuela madrileña está vinculada, pues, a la subida al trono de Felipe IV, monarca que hace de Madrid, por primera vez, un centro artístico. Esto supone un despertar de la conciencia nacionalista al permitir una liberación de los moldes italianizantes anteriores para saltar de los últimos ecos del manierismo al tenebrismo. Éste será el primer paso de la escuela, la cual en sentido gradual va caminando sucesivamente hasta la consecución de un lenguaje barroco más autóctono y ligado a las concepciones políticas, religiosas y culturales de la monarquía de los Austrias, para ir a morir con los primeros brotes del rococó que se manifiestan en la producción del último de sus representantes, A. Palomino. Las técnicas más empleadas por estos pintores serán el óleo y el fresco. Estilísticamente, se parte de un naturalismo con una notable capacidad de síntesis para desembocar oportunamente en la complejidad alegórica y formal características del barroco decorativo. Muestran estos artistas una gran preocupación por los estudios de la luz y el colorido, tal y como aquí vemos, destacando en un principio los juegos entre tonos extremos propios del tenebrismo que posteriormente van a ser sustituidos por un colorismo más exaltado y luminoso. Reciben y asimilan las influencias italianas, flamencas y velazqueñas. La clientela determinará el hecho de que la temática se reduzca casi exclusivamente a retratos y cuadros religiosos.
Escuela madrileña; primera mitad del siglo XVII. “El baño de Betsabé”. Óleo sobre lienzo. Reentelado. Presenta repintes. Posee marco del siglo XX. Medidas: 105 x 161 cm; 132 x 187 cm (marco). El baño de Betsabé es un relato recogido en el Antiguo Testamento (Segundo Libro de Samuel, 11), que en algunos casos de la historia del arte ha sido utilizado para crear una imagen de carácter erótico. Sin embargo, en esta escena no se aprecia a la figura de Betsabé desnuda en el baño como es habitual, sino sentada con los zapatos en el suelo como si estuviese empezando a desvestirse. De este modo el artista nos muestra un mayor interés por el retrato de una arquitectura fantástica y monumental, que domina la escena por completo. Situadas en un amplio patio varias mujeres, conforman la escena; dos se encuentran junto a una fuente lavando sus ropas, mientras que otra situada en el centro corre hacia la mujer sin zapatos situada en la zona izquierda de la imagen. Uno de los hechos reseñables es la presencia de un hombre, situado en el área superior izquierda. Ubicado en una balconada este parece observar a las mujeres, lo que indica que se trata de David, quien según la historia bíblica vio a Betsabé durante el baño, y la hizo llevar a sus aposentos. La escuela madrileña surge en torno a la corte de Felipe IV primero y Carlos II después, y se desarrolla durante todo el siglo XVII. Los analistas de esta escuela han insistido en considerar su desarrollo como un resultado del poder aglutinante de la corte; lo verdaderamente decisivo no es el lugar de nacimiento de los diferentes artistas, sino el hecho de que se eduquen y trabajen en torno y para una clientela nobiliaria y religiosa radicada junto a la realeza. Esto permite y favorece una unidad estilística, aunque se aprecien las lógicas divergencias debidas a la personalidad de los integrantes. En su origen la escuela madrileña está vinculada, pues, a la subida al trono de Felipe IV, monarca que hace de Madrid, por primera vez, un centro artístico. Esto supone un despertar de la conciencia nacionalista al permitir una liberación de los moldes italianizantes anteriores para saltar de los últimos ecos del manierismo al tenebrismo. Éste será el primer paso de la escuela, la cual en sentido gradual va caminando sucesivamente hasta la consecución de un lenguaje barroco más autóctono y ligado a las concepciones políticas, religiosas y culturales de la monarquía de los Austrias, para ir a morir con los primeros brotes del rococó que se manifiestan en la producción del último de sus representantes, A. Palomino. Las técnicas más empleadas por estos pintores serán el óleo y el fresco. Estilísticamente, se parte de un naturalismo con una notable capacidad de síntesis para desembocar oportunamente en la complejidad alegórica y formal características del barroco decorativo. Muestran estos artistas una gran preocupación por los estudios de la luz y el colorido, tal y como aquí vemos, destacando en un principio los juegos entre tonos extremos propios del tenebrismo que posteriormente van a ser sustituidos por un colorismo más exaltado y luminoso. Reciben y asimilan las influencias italianas, flamencas y velazqueñas. La clientela determinará el hecho de que la temática se reduzca casi exclusivamente a retratos y cuadros religiosos.
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