Escuela italiana; siglo XVII. “La sibila de Cumas”. Óleo sobre lienzo. Presenta repintes y perforación en el lienzo. Medidas: 65 x 49 cm; 76 x 58 cm (marco). La Sibila de Cumas era la sacerdotisa que presidía el oráculo de Apolíneo en Cumas, una colonia griega ubicada cerca de Nápoles, Italia. Debido a la importancia de la Sibila de Cumas en las leyendas de la Roma primitiva codificada en la Eneida VI de Virgilio, y debido a su proximidad a Roma, la Sibila de Cumas se convirtió en la más famosa entre los romanos. Dentro de la escuela italiana fue común, desde el Renacimiento, la representación de Sibilias en composiciones similares a las del retrato contemporáneo, como damas ricamente ataviadas a la moda de la época. De hecho, se conocen ejemplos de obras en las que importantes aristócratas aparecen retratadas como sibilas, tanto en Italia como en otros países. De hecho, el propio Velázquez retrató a su esposa, Juana Pacheco, como sibila (1632, Museo del Prado). También podemos encontrar ejemplos más recientes, como “La sibila de la Alpujarra”, un retrato de la cantaora Carmen Casena realizado en 1911 por Julio Romero de Torres, actualmente conservado en su museo. A nivel formal cabe destacar asimismo que, se trata de una obra donde se puede apreciar una influencia pictórica propia de la escuela romana el cromatismo, cálido y en torno a una paleta y la perfección del dibujo, así como la regularidad y el equilibrio del rostro ideal de la figura, lo cual remite a una sensibilidad cercan a un lenguaje de carácter clásico. En la mitología griega antigua, la Sibila era una profetisa, inspirada a veces por Apolo y cuyos poderes tenían una procedencia divina. Sin embargo, el número de estas mujeres pronto aumenta, y se pasa de tres hasta doce, en todos los casos sin saber el nombre de las mismas, sino conociéndolas solo por el gentilicio del paraje donde moraban. Fue el Renacimiento quien recuperó esta figura, considerándolas anunciadoras de Cristo en la tradición pagana para así darle valor a la misma y “cristianizarla”. De todas las obras en que aparecen la más conocida es, probablemente, la Bóveda de la Capilla Sixtina de Miguel Ángel, que muestra a las cinco más representativas del momento (Eritrea, Pérsica, Líbica, Cumana y Délfica).
Escuela italiana; siglo XVII. “La sibila de Cumas”. Óleo sobre lienzo. Presenta repintes y perforación en el lienzo. Medidas: 65 x 49 cm; 76 x 58 cm (marco). La Sibila de Cumas era la sacerdotisa que presidía el oráculo de Apolíneo en Cumas, una colonia griega ubicada cerca de Nápoles, Italia. Debido a la importancia de la Sibila de Cumas en las leyendas de la Roma primitiva codificada en la Eneida VI de Virgilio, y debido a su proximidad a Roma, la Sibila de Cumas se convirtió en la más famosa entre los romanos. Dentro de la escuela italiana fue común, desde el Renacimiento, la representación de Sibilias en composiciones similares a las del retrato contemporáneo, como damas ricamente ataviadas a la moda de la época. De hecho, se conocen ejemplos de obras en las que importantes aristócratas aparecen retratadas como sibilas, tanto en Italia como en otros países. De hecho, el propio Velázquez retrató a su esposa, Juana Pacheco, como sibila (1632, Museo del Prado). También podemos encontrar ejemplos más recientes, como “La sibila de la Alpujarra”, un retrato de la cantaora Carmen Casena realizado en 1911 por Julio Romero de Torres, actualmente conservado en su museo. A nivel formal cabe destacar asimismo que, se trata de una obra donde se puede apreciar una influencia pictórica propia de la escuela romana el cromatismo, cálido y en torno a una paleta y la perfección del dibujo, así como la regularidad y el equilibrio del rostro ideal de la figura, lo cual remite a una sensibilidad cercan a un lenguaje de carácter clásico. En la mitología griega antigua, la Sibila era una profetisa, inspirada a veces por Apolo y cuyos poderes tenían una procedencia divina. Sin embargo, el número de estas mujeres pronto aumenta, y se pasa de tres hasta doce, en todos los casos sin saber el nombre de las mismas, sino conociéndolas solo por el gentilicio del paraje donde moraban. Fue el Renacimiento quien recuperó esta figura, considerándolas anunciadoras de Cristo en la tradición pagana para así darle valor a la misma y “cristianizarla”. De todas las obras en que aparecen la más conocida es, probablemente, la Bóveda de la Capilla Sixtina de Miguel Ángel, que muestra a las cinco más representativas del momento (Eritrea, Pérsica, Líbica, Cumana y Délfica).
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