Escuela inglesa, primer cuarto del siglo XIX. “Mrs. Rebecca Lowry”. Óleo sobre lienzo. Medidas: 14 x 11 cm; 19 x 16,5 cm (marco). La pintura nos presenta el retrato de una bella dama, de rostro sereno y mirada amable, en un elegante estudio de clara inspiración neoclásica, con un enorme cortinaje de color rojo que contrasta con el tono azul del fondo. Entre ambos, se asoma tímidamente la basa de una columna clásica. La mujer se encuentra sentada, en el centro de la composición, con los brazos cruzados sobre una mesa, adornada con un mantel color granate y con un cúmulo de libros situados en el margen derecho. El retrato pretende captar el momento preciso en el que ella ha escrito sobre un papel, pues su mano derecha denota que acaba de dejar la pluma en el tintero. En dicho papel encontramos el nombre de la propia retratada: Mrs. Rebecca Lowry (c. 1800-1860). Delvalle Elizabeth Rebecca Lowry, nacida en Marybone (Londres), fue una de las primeras científicas del siglo XIX, pionera en materias como la minerología y la geología. De hecho, se conservan algunas de sus publicaciones como “Conversations on Minerology”, publicado en 1822. En la década de 1830 contrajo matrimonio con el artista John Varley (1778-1842), por lo que adoptó su apellido. Asimismo, se conservan otros retratos suyos, como el que le realizó la también artista y familiar Matilda Heming, cuya obra se conserva en el Museo Británico. El retrato se convirtió en el siglo XIX en el género protagonista por excelencia de la pintura europea, como consecuencia de las nuevas estructuras sociales que se implantaron en el mundo occidental a lo largo de esta centuria, encarnando la expresión máxima de la transformación del gusto y la mentalidad de la nueva clientela, surgida entre la nobleza y la alta burguesía adinerada, que tomaría las riendas de la historia en este periodo. Mientras los círculos oficiales dieron preponderancia a otros géneros artísticos, como la pintura de historia, y el incipiente coleccionismo alentó la profusión de los cuadros de costumbres, el retrato acaparó la demanda de pintura destinada al ámbito más privado, como reflejo del valor de lo individual en la nueva sociedad. Este género encarna la presencia permanente de la imagen de sus protagonistas, para su disfrute reservado en la intimidad de un estudio, al calor cotidiano de un gabinete familiar o presidiendo los salones principales de la casa.
Escuela inglesa, primer cuarto del siglo XIX. “Mrs. Rebecca Lowry”. Óleo sobre lienzo. Medidas: 14 x 11 cm; 19 x 16,5 cm (marco). La pintura nos presenta el retrato de una bella dama, de rostro sereno y mirada amable, en un elegante estudio de clara inspiración neoclásica, con un enorme cortinaje de color rojo que contrasta con el tono azul del fondo. Entre ambos, se asoma tímidamente la basa de una columna clásica. La mujer se encuentra sentada, en el centro de la composición, con los brazos cruzados sobre una mesa, adornada con un mantel color granate y con un cúmulo de libros situados en el margen derecho. El retrato pretende captar el momento preciso en el que ella ha escrito sobre un papel, pues su mano derecha denota que acaba de dejar la pluma en el tintero. En dicho papel encontramos el nombre de la propia retratada: Mrs. Rebecca Lowry (c. 1800-1860). Delvalle Elizabeth Rebecca Lowry, nacida en Marybone (Londres), fue una de las primeras científicas del siglo XIX, pionera en materias como la minerología y la geología. De hecho, se conservan algunas de sus publicaciones como “Conversations on Minerology”, publicado en 1822. En la década de 1830 contrajo matrimonio con el artista John Varley (1778-1842), por lo que adoptó su apellido. Asimismo, se conservan otros retratos suyos, como el que le realizó la también artista y familiar Matilda Heming, cuya obra se conserva en el Museo Británico. El retrato se convirtió en el siglo XIX en el género protagonista por excelencia de la pintura europea, como consecuencia de las nuevas estructuras sociales que se implantaron en el mundo occidental a lo largo de esta centuria, encarnando la expresión máxima de la transformación del gusto y la mentalidad de la nueva clientela, surgida entre la nobleza y la alta burguesía adinerada, que tomaría las riendas de la historia en este periodo. Mientras los círculos oficiales dieron preponderancia a otros géneros artísticos, como la pintura de historia, y el incipiente coleccionismo alentó la profusión de los cuadros de costumbres, el retrato acaparó la demanda de pintura destinada al ámbito más privado, como reflejo del valor de lo individual en la nueva sociedad. Este género encarna la presencia permanente de la imagen de sus protagonistas, para su disfrute reservado en la intimidad de un estudio, al calor cotidiano de un gabinete familiar o presidiendo los salones principales de la casa.
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