Escuela francesa o italiana de principios del siglo XVIII. “Paisaje con figuras”. Óleo sobre lienzo. Reentelado. Con bastidor del siglo XIX. Medidas: 54 x 73 cm; 77 x 93 cm (marco). Uno de los aspectos más radicales de la pintura romántica fue el intento de sustituir los grandes lienzos de tema histórico o religioso por el paisaje. Pretendían que el paisaje puro, casi sin figuras o totalmente carente de ellas, alcanzara la significación heroica de la pintura de historia. Se basaban en la idea de que el sentimiento humano y la naturaleza debían ser complementarios, uno reflejado en el otro. Es decir, el paisaje debía despertar emoción y transmitir ideas. Así, paisajistas como el autor de este lienzo trataron de expresar sus sentimientos a través del paisaje, en vez de imitarlo. El paisaje romántico tuvo dos vertientes principales: la dramática, de vistas turbulentas y fantásticas, y la naturalista, que enfatizaba imágenes de una naturaleza apacible y serena. Esta segunda concepción es la que vemos plasmada en esta obra; el pintor trata de comunicar una reverencia religiosa por el paisaje, la naturaleza en plenitud, libre de los elementos industriales de la vida moderna, aunque enriquecida por la presencia de una casa tradicional sobre la cascada, perfectamente integrada en el paisaje. De hecho, el propio uso que ha hecho aquí el autor de la luz transmite una atmósfera de cálida, como de ensueño, que invita al espectador a meditar y a contemplarse a sí mismo en el paisaje.
Escuela francesa o italiana de principios del siglo XVIII. “Paisaje con figuras”. Óleo sobre lienzo. Reentelado. Con bastidor del siglo XIX. Medidas: 54 x 73 cm; 77 x 93 cm (marco). Uno de los aspectos más radicales de la pintura romántica fue el intento de sustituir los grandes lienzos de tema histórico o religioso por el paisaje. Pretendían que el paisaje puro, casi sin figuras o totalmente carente de ellas, alcanzara la significación heroica de la pintura de historia. Se basaban en la idea de que el sentimiento humano y la naturaleza debían ser complementarios, uno reflejado en el otro. Es decir, el paisaje debía despertar emoción y transmitir ideas. Así, paisajistas como el autor de este lienzo trataron de expresar sus sentimientos a través del paisaje, en vez de imitarlo. El paisaje romántico tuvo dos vertientes principales: la dramática, de vistas turbulentas y fantásticas, y la naturalista, que enfatizaba imágenes de una naturaleza apacible y serena. Esta segunda concepción es la que vemos plasmada en esta obra; el pintor trata de comunicar una reverencia religiosa por el paisaje, la naturaleza en plenitud, libre de los elementos industriales de la vida moderna, aunque enriquecida por la presencia de una casa tradicional sobre la cascada, perfectamente integrada en el paisaje. De hecho, el propio uso que ha hecho aquí el autor de la luz transmite una atmósfera de cálida, como de ensueño, que invita al espectador a meditar y a contemplarse a sí mismo en el paisaje.
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