Escuela española; siglo XVIII. “Purísima concepción”. Madera tallada y policromada. Presenta faltas en la talla y la policromía. Posee pérdida de las manos. Medidas: 74 x 48 x 28 cm. Realizada en madera tallada y policromada, el autor ha recogido en esta escultura devocional y monumental, la imagen de la Virgen, representada como Purísima, de cuerpo entero, sobre un pedestal de motivos de estética clasicista, aleja de la clásica bola con la presencia de la serpiente. La Virgen aparece vestida con túnica y manto, aunque la decoración de ambos da pie a que se fundan visualmente entre sí. A pesar de la pérdida de ambos manos, la postura indica que seguramente fuese concebida con las manos unidas en señal de oración a la altura del pecho. Se trata de una imagen aún anclada en la estética barroca que refleja en los plegados de las telas, amplios y muy claroscuristas, trabajados con mucho relieve. La Cristiandad medieval debatió apasionadamente la creencia de que María había sido concebida sin mancha de pecado original. Algunas universidades y corporaciones juraban defender este privilegio de la Madre de Dios, varios siglos antes de que el Concilio Vaticano I definiera el dogma de fe en 1854. A finales de la Edad Media nació la necesidad de dar forma iconográfica a esta idea, y se tomó el modelo de la Mujer Apocalíptica de San Juan, manteniendo unos elementos y modificando otros (la Mujer Apocalíptica está encinta, pero no la Inmaculada). La imagen definitiva llega a concretarse en el siglo XVI. Siguiendo una tradición valenciana, el jesuita Padre Alberro tuvo una visión de la Inmaculada Concepción y la describió al pintor Juan de Juanes para que la plasmase con la mayor fidelidad. Se trata de un concepto iconográfico evolucionado, que a veces asocia el tema de la Coronación de la Virgen. María aparece de pie, vestida con túnica blanca y manto azul, cruzadas las manos sobre el pecho, con la luna a sus pies (en recuerdo a la castidad de Diana) y pisando la serpiente infernal (símbolo de su victoria ante el Pecado Original). En torno a la cabeza, como una aureola, lleva las doce estrellas, símbolo de plenitud y alusivas a las doce tribus de Israel. La mayoría de estas imágenes aparecen acompañadas, en el arte, por los símbolos marianos de las letanías y salmos, como la rosa mística, la palmera, el ciprés, el huerto cerrado, el arca de la Fe, la puerta del Cielo, la torre de marfil, el sol y la luna, la fuente sellada, el cedro del Líbano, el espejo sin mancha, la estrella matutina, etc.
Escuela española; siglo XVIII. “Purísima concepción”. Madera tallada y policromada. Presenta faltas en la talla y la policromía. Posee pérdida de las manos. Medidas: 74 x 48 x 28 cm. Realizada en madera tallada y policromada, el autor ha recogido en esta escultura devocional y monumental, la imagen de la Virgen, representada como Purísima, de cuerpo entero, sobre un pedestal de motivos de estética clasicista, aleja de la clásica bola con la presencia de la serpiente. La Virgen aparece vestida con túnica y manto, aunque la decoración de ambos da pie a que se fundan visualmente entre sí. A pesar de la pérdida de ambos manos, la postura indica que seguramente fuese concebida con las manos unidas en señal de oración a la altura del pecho. Se trata de una imagen aún anclada en la estética barroca que refleja en los plegados de las telas, amplios y muy claroscuristas, trabajados con mucho relieve. La Cristiandad medieval debatió apasionadamente la creencia de que María había sido concebida sin mancha de pecado original. Algunas universidades y corporaciones juraban defender este privilegio de la Madre de Dios, varios siglos antes de que el Concilio Vaticano I definiera el dogma de fe en 1854. A finales de la Edad Media nació la necesidad de dar forma iconográfica a esta idea, y se tomó el modelo de la Mujer Apocalíptica de San Juan, manteniendo unos elementos y modificando otros (la Mujer Apocalíptica está encinta, pero no la Inmaculada). La imagen definitiva llega a concretarse en el siglo XVI. Siguiendo una tradición valenciana, el jesuita Padre Alberro tuvo una visión de la Inmaculada Concepción y la describió al pintor Juan de Juanes para que la plasmase con la mayor fidelidad. Se trata de un concepto iconográfico evolucionado, que a veces asocia el tema de la Coronación de la Virgen. María aparece de pie, vestida con túnica blanca y manto azul, cruzadas las manos sobre el pecho, con la luna a sus pies (en recuerdo a la castidad de Diana) y pisando la serpiente infernal (símbolo de su victoria ante el Pecado Original). En torno a la cabeza, como una aureola, lleva las doce estrellas, símbolo de plenitud y alusivas a las doce tribus de Israel. La mayoría de estas imágenes aparecen acompañadas, en el arte, por los símbolos marianos de las letanías y salmos, como la rosa mística, la palmera, el ciprés, el huerto cerrado, el arca de la Fe, la puerta del Cielo, la torre de marfil, el sol y la luna, la fuente sellada, el cedro del Líbano, el espejo sin mancha, la estrella matutina, etc.
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