Escuela española; siglo XVII. “Peregrino”. Madera tallada y policromada. Presenta faltas en la policromía y en la talla. Medidas: 94 x 34 x 30 cm. Escultura de bulto redondo cuyas faltas no permiten dilucidar ningún atributo iconográfico que defina la figura. Por su túnica, su manto, y su posición, que parece activa, con los brazos dispuestos hacia delante, es probable que la obra represente la figura de un peregrino, vinculado con la religión cristiana. La escultura barroca es uno de los ejemplos más auténticos y personales de nuestro arte, porque su concepción y su forma de expresión surgieron del pueblo y de los sentimientos más hondos que en él anidaban. Quebrantada la economía del Estado, en decadencia la nobleza y cargado de fuertes gravámenes el alto clero, fueron los monasterios, las parroquias y las cofradías de clérigos y seglares los que impulsaron su desarrollo, siendo costeadas las obras en ocasiones mediante suscripción popular. La escultura se vio así abocada a plasmar los ideales imperantes en estos ambientes, que no eran otros que los religiosos, en un momento en el que la doctrina contrarreformista exigía al arte un lenguaje realista para que el fiel comprendiera y se identificara con lo representado, y una expresión dotada de un intenso contenido emocional para incrementar el fervor y la devoción del pueblo. El asunto religioso es, por consiguiente, la temática preferente de la escultura española de este período, que parte en las primeras décadas del siglo de un prioritario interés por captar el natural, para ir intensificando progresivamente a lo largo de la centuria la plasmación de valores expresivos.
Escuela española; siglo XVII. “Peregrino”. Madera tallada y policromada. Presenta faltas en la policromía y en la talla. Medidas: 94 x 34 x 30 cm. Escultura de bulto redondo cuyas faltas no permiten dilucidar ningún atributo iconográfico que defina la figura. Por su túnica, su manto, y su posición, que parece activa, con los brazos dispuestos hacia delante, es probable que la obra represente la figura de un peregrino, vinculado con la religión cristiana. La escultura barroca es uno de los ejemplos más auténticos y personales de nuestro arte, porque su concepción y su forma de expresión surgieron del pueblo y de los sentimientos más hondos que en él anidaban. Quebrantada la economía del Estado, en decadencia la nobleza y cargado de fuertes gravámenes el alto clero, fueron los monasterios, las parroquias y las cofradías de clérigos y seglares los que impulsaron su desarrollo, siendo costeadas las obras en ocasiones mediante suscripción popular. La escultura se vio así abocada a plasmar los ideales imperantes en estos ambientes, que no eran otros que los religiosos, en un momento en el que la doctrina contrarreformista exigía al arte un lenguaje realista para que el fiel comprendiera y se identificara con lo representado, y una expresión dotada de un intenso contenido emocional para incrementar el fervor y la devoción del pueblo. El asunto religioso es, por consiguiente, la temática preferente de la escultura española de este período, que parte en las primeras décadas del siglo de un prioritario interés por captar el natural, para ir intensificando progresivamente a lo largo de la centuria la plasmación de valores expresivos.
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