Escuela española; primera mitad del siglo XVII “Santiago Apóstol”. Óleo sobre lienzo. Reentelado. Presenta repintes y restauraciones. Medidas: 210 cm x 150 cm. Erguido en el centro de la escena se encuentra la imagen de un hombre imponente por la rotundidad y el volumen de sus formas. La cruz de Santiago que lleva en el pecho, sumado a la concha que asoma en el sombrero que descansa a su espalda, nos indica que se trata del apóstol Santiago. Además, cabe citar que el báculo que porta en una de sus manos, es símbolo de la misión apostólica, de difusión del mensaje de Cristo, que Jesús lego a sus apóstoles. En la Biblia se alude habitualmente a él bajo el nombre de Jacobo, término que pasó al latín como Iacobus y derivó en nombres como Iago, Tiago y Santiago (sanctus Iacobus). Santiago de Zebedeo o Santiago el Mayor fue uno de los primeros discípulos en derramar su sangre y morir por Jesús. Miembro de una familia de pescadores, hermano de Juan Evangelista -ambos apodados Boanerges (‘Hijos del Trueno’), por sus temperamentos impulsivos- y uno de los tres discípulos más cercanos a Jesucristo, el apóstol Santiago no solo estuvo presente en dos de los momentos más importantes de la vida del Mesías cristiano -la transfiguración en el monte Tabor y la oración en el huerto de los Olivos-, sino que también formó parte del grupo restringido que fue testigo de su último milagro, su aparición ya resucitado a orillas del lago de Tiberíades. Tras la muerte de Cristo, Santiago, apasionado e impetuoso, formó parte del grupo inicial de la Iglesia primitiva de Jerusalén y, en su labor evangelizadora, se le adjudicó, según las tradiciones medievales, el territorio peninsular español, concretamente la región del noroeste, conocida entonces como Gallaecia. Algunas teorías apuntan a que el actual patrón de España llegó a las tierras del norte por la deshabitada costa de Portugal. Otras, sin embargo, dibujan su camino por el valle del Ebro y la vía romana cantábrica e incluso las hay que aseguran que Santiago llegó a la Península por la actual Cartagena, desde donde enfiló su viaje hasta la esquina occidental del mapa. Estéticamente la obra se encuentra cercana a los patrones estéticos de autores como por ejemplo Van der Hamen, o Juan de Roelas, de origen flamenco, como parece atestiguar un documento notarial de 1594, donde, junto a su padre, un tal Jacques, ambos de Flandes, se compromete a devolver un préstamo de 300 reales, jugó un papel esencial en la asunción de las formas naturalistas en Valladolid, Sevilla y Madrid, donde estuvo activo hasta su muerte en Olivares, en 1625. En 1598 Roelas está activo en Valladolid, donde colabora en la traza del monumento funerario del rey Felipe II. Permanecería aquí hasta 1604, cuando se instaló en Olivares, localidad cercana a Sevilla, como protegido del Conde-Duque de Olivares. Aquí pintaría algunas de sus obras más destacadas y monumentales, como la Circuncisión, en 1606, el Martirio de san Andrés, (Museo de Bellas Artes de Sevilla) o el Tránsito de San Isidoro. En Olivares iniciaría su carrera eclesiástica y, en 1614, ya ordenado como clérigo, sería nombrado capellán real. Con este cargo se trasladaría a Madrid, buscando hacer carrera como pintor de corte, aunque no conseguiría nunca el título de Pintor del Rey, por lo que regresaría a Olivares. En los últimos años de su vida su carrera artística pasaría a segundo plano, y se dedicó a la vida religiosa, como canónigo de la Colegiata de Olivares. Aunque se le ha supuesto una formación italiana,
Escuela española; primera mitad del siglo XVII “Santiago Apóstol”. Óleo sobre lienzo. Reentelado. Presenta repintes y restauraciones. Medidas: 210 cm x 150 cm. Erguido en el centro de la escena se encuentra la imagen de un hombre imponente por la rotundidad y el volumen de sus formas. La cruz de Santiago que lleva en el pecho, sumado a la concha que asoma en el sombrero que descansa a su espalda, nos indica que se trata del apóstol Santiago. Además, cabe citar que el báculo que porta en una de sus manos, es símbolo de la misión apostólica, de difusión del mensaje de Cristo, que Jesús lego a sus apóstoles. En la Biblia se alude habitualmente a él bajo el nombre de Jacobo, término que pasó al latín como Iacobus y derivó en nombres como Iago, Tiago y Santiago (sanctus Iacobus). Santiago de Zebedeo o Santiago el Mayor fue uno de los primeros discípulos en derramar su sangre y morir por Jesús. Miembro de una familia de pescadores, hermano de Juan Evangelista -ambos apodados Boanerges (‘Hijos del Trueno’), por sus temperamentos impulsivos- y uno de los tres discípulos más cercanos a Jesucristo, el apóstol Santiago no solo estuvo presente en dos de los momentos más importantes de la vida del Mesías cristiano -la transfiguración en el monte Tabor y la oración en el huerto de los Olivos-, sino que también formó parte del grupo restringido que fue testigo de su último milagro, su aparición ya resucitado a orillas del lago de Tiberíades. Tras la muerte de Cristo, Santiago, apasionado e impetuoso, formó parte del grupo inicial de la Iglesia primitiva de Jerusalén y, en su labor evangelizadora, se le adjudicó, según las tradiciones medievales, el territorio peninsular español, concretamente la región del noroeste, conocida entonces como Gallaecia. Algunas teorías apuntan a que el actual patrón de España llegó a las tierras del norte por la deshabitada costa de Portugal. Otras, sin embargo, dibujan su camino por el valle del Ebro y la vía romana cantábrica e incluso las hay que aseguran que Santiago llegó a la Península por la actual Cartagena, desde donde enfiló su viaje hasta la esquina occidental del mapa. Estéticamente la obra se encuentra cercana a los patrones estéticos de autores como por ejemplo Van der Hamen, o Juan de Roelas, de origen flamenco, como parece atestiguar un documento notarial de 1594, donde, junto a su padre, un tal Jacques, ambos de Flandes, se compromete a devolver un préstamo de 300 reales, jugó un papel esencial en la asunción de las formas naturalistas en Valladolid, Sevilla y Madrid, donde estuvo activo hasta su muerte en Olivares, en 1625. En 1598 Roelas está activo en Valladolid, donde colabora en la traza del monumento funerario del rey Felipe II. Permanecería aquí hasta 1604, cuando se instaló en Olivares, localidad cercana a Sevilla, como protegido del Conde-Duque de Olivares. Aquí pintaría algunas de sus obras más destacadas y monumentales, como la Circuncisión, en 1606, el Martirio de san Andrés, (Museo de Bellas Artes de Sevilla) o el Tránsito de San Isidoro. En Olivares iniciaría su carrera eclesiástica y, en 1614, ya ordenado como clérigo, sería nombrado capellán real. Con este cargo se trasladaría a Madrid, buscando hacer carrera como pintor de corte, aunque no conseguiría nunca el título de Pintor del Rey, por lo que regresaría a Olivares. En los últimos años de su vida su carrera artística pasaría a segundo plano, y se dedicó a la vida religiosa, como canónigo de la Colegiata de Olivares. Aunque se le ha supuesto una formación italiana,
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