Círculo de VICENTE LÓPEZ PORTAÑA (Valencia, 1772 – Madrid, 1850). “Arcángel San Miguel”. Óleo sobre lienzo. Reentelado. Medidas: 102 x 59 cm; 111 x 71 cm (marco). En el catálogo razonado del autor, de J. L. Díez, “Vicente López (1772-1850). Vida y obra. Catálogo razonado” (Madrid: Fundación de Apoyo a la Historia del Arte Hispánico, 1999), se reproducen dos bocetos muy similares a nuestra composición, uno al óleo (P-262) y otro a la aguada (D-251), ambos fechados hacia 1806-1808 y de reducidas dimensiones, considerablemente menores a las del lienzo que aquí presentamos. Díez los cita como bocetos preparatorios del cuadro de la Duquesa de Hernani (P-261). El boceto al óleo tan sólo se diferenciaría del cuadro final por el añadido de un castillo más al que portan los angelitos a la derecha del cuadro. Sin embargo, en nuestro lienzo los ángeles sostienen dos castillos, mostrándose pues más cercano al boceto que el ejemplar de la Duquesa de Hernani. En el dibujo preparatorio, señala Díez, precisamente esta zona está modificada por el artista con un papel añadido, sobre el que está dibujada la torre, sin que pueda advertirse su diseño subyacente. Vicente López nos presenta en esta obra una composición a modo de apoteosis, protagonizada por la figura del arcángel san Miguel, quien aparece de cuerpo entero, sosteniendo una corona radiante y una espada. El santo aparece de pie sobre un pedestal de nubes, acompañado por ángeles niños y mancebos, sobre un rompimiento de Gloria de gran belleza, trabajado en matizados tonos dorados que tienen su eco en los suaves colores de su túnica y manto, y que arrancan destellos de oro de sus alas. Tras la cabeza del arcángel vemos un triángulo, símbolo de Dios, con el nombre de Yahvé en hebreo escrito en la parte superior, justo sobre la cabeza de san Miguel. En el lado derecho vemos a dos ángeles niños portando torres, una coronada con la hostia y otra con nimbo luminoso, y a sus pies un ángel mancebo con la palma del martirio. Finalmente, en la parte baja de la composición, aparecen tres ángeles niños sosteniendo una pintura donde se puede ver el perfil de una ciudad. Vicente López inicia su formación como discípulo de Antonio de Villanueva en la Academia de San Carlos de Valencia, donde obtuvo en 1786 y 1789 el premio de primera clase, obteniendo una pensión para estudiar en Madrid. Ya en la corte, al año siguiente alcanza el primer puesto en el concurso de la Academia de San Fernando. Allí aprende el sentido barroco y colorista de las composiciones, y el gusto por el dibujo, preciso y analítico. La fastuosidad barroca de los frescos de Luca Giordano y Corrado Giaquinto también influirá de manera decisiva en su lenguaje. Ya consagrado, regresa en 1792 a su ciudad natal. Allí recibe importantes encargos públicos y privados, entre los que destacan los retratos de Fernando VII y el mariscal Soult. En sus retratos muestra López su herencia valenciana, el peso del naturalismo de Ribera y Ribalta, además de su maestría en la reproducción de detalles y calidades. Su calidad en el campo del retrato hace que Fernando VII le llame de vuelta a la corte en 1814, nombrándole al año siguiente primer pintor de cámara. Será desde entonces el pintor más solicitado por la alta sociedad española, y alternará su trabajo en la corte con la actividad docente, los puestos oficiales y los encargos particulares. En 1823 asume la dirección artística del Real Museo de Pinturas, centro para el cual realizó un soberbio retrato de Francisco de Goya, hoy conservado
Círculo de VICENTE LÓPEZ PORTAÑA (Valencia, 1772 – Madrid, 1850). “Arcángel San Miguel”. Óleo sobre lienzo. Reentelado. Medidas: 102 x 59 cm; 111 x 71 cm (marco). En el catálogo razonado del autor, de J. L. Díez, “Vicente López (1772-1850). Vida y obra. Catálogo razonado” (Madrid: Fundación de Apoyo a la Historia del Arte Hispánico, 1999), se reproducen dos bocetos muy similares a nuestra composición, uno al óleo (P-262) y otro a la aguada (D-251), ambos fechados hacia 1806-1808 y de reducidas dimensiones, considerablemente menores a las del lienzo que aquí presentamos. Díez los cita como bocetos preparatorios del cuadro de la Duquesa de Hernani (P-261). El boceto al óleo tan sólo se diferenciaría del cuadro final por el añadido de un castillo más al que portan los angelitos a la derecha del cuadro. Sin embargo, en nuestro lienzo los ángeles sostienen dos castillos, mostrándose pues más cercano al boceto que el ejemplar de la Duquesa de Hernani. En el dibujo preparatorio, señala Díez, precisamente esta zona está modificada por el artista con un papel añadido, sobre el que está dibujada la torre, sin que pueda advertirse su diseño subyacente. Vicente López nos presenta en esta obra una composición a modo de apoteosis, protagonizada por la figura del arcángel san Miguel, quien aparece de cuerpo entero, sosteniendo una corona radiante y una espada. El santo aparece de pie sobre un pedestal de nubes, acompañado por ángeles niños y mancebos, sobre un rompimiento de Gloria de gran belleza, trabajado en matizados tonos dorados que tienen su eco en los suaves colores de su túnica y manto, y que arrancan destellos de oro de sus alas. Tras la cabeza del arcángel vemos un triángulo, símbolo de Dios, con el nombre de Yahvé en hebreo escrito en la parte superior, justo sobre la cabeza de san Miguel. En el lado derecho vemos a dos ángeles niños portando torres, una coronada con la hostia y otra con nimbo luminoso, y a sus pies un ángel mancebo con la palma del martirio. Finalmente, en la parte baja de la composición, aparecen tres ángeles niños sosteniendo una pintura donde se puede ver el perfil de una ciudad. Vicente López inicia su formación como discípulo de Antonio de Villanueva en la Academia de San Carlos de Valencia, donde obtuvo en 1786 y 1789 el premio de primera clase, obteniendo una pensión para estudiar en Madrid. Ya en la corte, al año siguiente alcanza el primer puesto en el concurso de la Academia de San Fernando. Allí aprende el sentido barroco y colorista de las composiciones, y el gusto por el dibujo, preciso y analítico. La fastuosidad barroca de los frescos de Luca Giordano y Corrado Giaquinto también influirá de manera decisiva en su lenguaje. Ya consagrado, regresa en 1792 a su ciudad natal. Allí recibe importantes encargos públicos y privados, entre los que destacan los retratos de Fernando VII y el mariscal Soult. En sus retratos muestra López su herencia valenciana, el peso del naturalismo de Ribera y Ribalta, además de su maestría en la reproducción de detalles y calidades. Su calidad en el campo del retrato hace que Fernando VII le llame de vuelta a la corte en 1814, nombrándole al año siguiente primer pintor de cámara. Será desde entonces el pintor más solicitado por la alta sociedad española, y alternará su trabajo en la corte con la actividad docente, los puestos oficiales y los encargos particulares. En 1823 asume la dirección artística del Real Museo de Pinturas, centro para el cual realizó un soberbio retrato de Francisco de Goya, hoy conservado
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